La revista digital “Semilla Negra”, publicada en la web de la Librería Cosecha Negra, publica en su número 8 una entrevista a nuestro Director Rafael Guerrero, en calidad de escritor de novela negra.
A continuación os dejamos la entrevista:
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Dicen que no hay lector más correoso que un escritor. Curtido en la tarea de coser letras no puede evitar percibir los hilos y las puntadas mal urdidas por su colega y, por ende, las suyas, con efecto retroactivo y sin posibilidad de enmienda. Dando por válida esa premisa universal deduzco que, no hay público más difícil para la novela negra que el de los detectives privados reales con ínfulas literarias. Y ése es mi caso. Desde hace más de treinta años desempeño labores varias de investigación, y desde hace bastantes menos escribo libros de ficción basados en casos resueltos por un personaje que es a la vez persona y autor. El colmo.
Quizá por ese doble agravante, o a pesar de él, reconozco sentir admiración y respeto por todas las novelas en las que el personaje es un detective privado, destacando el personaje creado por Manuel Vázquez Montalbán. Por la verosimilitud de su antihéroe, por la credibilidad de sus historias, por la honestidad de sus opiniones y percepciones, coincidan o no con las mías. Pepe Carvalho no huele a tinta, y salvando las distancias, épocas y experiencias, salvando la línea que separa el papel de la calle, poco me cuesta suscribir frases que salieron de su boca como si fueran mías.
Los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida.
También me admiró el talento que tenía Agatha Christie para componer los personajes de sus tramas. Los buenos y los malos. Y en especial Poirot, que a la postre sería el protagonista de varias novelas, sagas y relatos que cautivaron a millones de letraheridos criminófilos no solo en sus países de origen y en su lengua materna sino en cualquier lugar a donde llegase una buena traducción o una digna adaptación cinematográfica, televisiva o teatral. Un detective, profesional y narrativamente eficaz y atractivo, verosímil aun siendo raras avis en los medios en que se desenvuelve (el de las propias historias y el editorial), alejado de arquetipos facilones, contextos manidos o conflictos de chichinabo. Es único sin estridencias, sus efectos especiales empiezan y terminan en una mirada perpleja y en un cerebro amueblado con gusto. Alumbrado y desarrollado por una brillante autora del siglo XX que en vez de preocuparse de las formas imperantes lo hizo por dotarlo de inteligencia.
Pero lo que más me gustaría es parecerme a a mi compadre Juan Madrid, en Malasaña, en Esparteros, en sus relatos, en su compromiso con la novela negra, con lo negro en realidad. Con la realidad, al fin y al cabo, porque para Toni Romano la memoria es una invención, como el futuro. De ahí que sus últimas apariciones suenen a leyenda del que desea marcharse y desea quedarse. Es, además, uno de los antihéroes más sólido de la narrativa española de género, un claro ejemplo de que envejecer en esta profesión desgasta más que envejecer en la vida. El individualismo en el que se curtió ya no juega a su favor; ante las bandas criminales organizadas y encorbatadas el ímpetu de lobo solitario se torna en poco más que gimoteo de perro apaleado. Con la honradez en los bolsillos apenas logra sobrevivir, no es competitivo, no se forra, no consume, no sirve al sistema y el sistema le pega donde más duele.
Todos estos personajes conforman un mundo de narrativa que se puede llamar negra, policial, detectivesca o lo que se les ocurra a los expertos en marketing, pero no deja de ser nada menos que literatura, y en ella deberían primar la calidad, la propuesta solvente y creíble, la transgresión intelectual, el retrato de paisajes y paisanajes, el espíritu crítico y el enfoque original sin caer en los estériles debates de trincheras, números y egos. Para eso ya se presta la sucia realidad, el verdadero noir.